1 de marzo de 2002
Hoy cumplo setenta y cinco años, la edad que tenía mi madre cuando murió. Llamaron esta mañana para felicitarme… setenta y cinco años digo. Mayor cercanía del final. Escribe Luis Racionero, en relación a este asunto, que su creencia “es que los átomos del cuerpo (después de la muerte) se liberan, con lo que pueden incorporarse a otros seres vivos o inanimados y que el alma se pierde en el océano de la conciencia, ese gran programa que está en el éter y del cual reciben sus imágenes esos pequeños televisores que llamamos cerebro”.
Demasiado inteligible, ¿no les parece?
Prefiero a Garcia Lorca: “Si muero, dejad el balcón abierto”.
Diario del anciano averiado. Páginas 151 y 152
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