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1999. Diciembre

 

18 de diciembre de 1999

Hoy un año de la muerte de Mónica. (…)

La muerte de Mónica fue un absoluto que irrumpió en mi vida. Escribí: “Ya nada volverá a ser como antes”. No creo haber traicionado estas palabras. Diría más bien que he repartido mi existencia en dos departamentos paralelos, el discurrir normal de los días y un trasfondo de exasperación.

Bien mirado, la muerte de Mónica rompió este diario. Quiero decir que la muerte de una hija es un acontecimiento tan excesivo que, en cierto modo, no cabe en un diario. Literariamente, es un exceso de asunto. Lo propio de un diario es que nunca pase gran cosa… pero Mónica murió y yo me enfrenté a la catástrofe, y escribí lo que escribí.

31 de diciembre de 1999

En fin, estoy bien aquí, solo, distante y sosegado, dejando vagar el pensamiento, en una mañana soleada de diciembre. Final de año, pero no final de siglo ni, por tanto, de milenio. El inocuo convencionalismo del calendario enloqueciendo a las gentes. Mi hija Mónica ya no está. Yo sigo provisionalmente vivo.

Diario de Otoño. Página 340 y344

 

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