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1998. Febrero

 

4 de febrero de 1998

Texto del testamento de Ramón Sampedro, que ayer mandé a El País, y que hoy reproducen íntegramente:

Sres. Jueces, Autoridades Políticas y Religiosas:

Después de las imágenes que acaban de ver (en vídeo), a una persona cuidando de un cuerpo atrofiado y deformado –el mío- yo les pregunto: ¿qué significa para Vds. la dignidad? Sea cual sea la respuesta de vuestras conciencias, para mí la dignidad no es esto. ¡Esto no es vivir dignamente!

Yo, igual que algunos jueces, la mayoría de las personas que aman la vida y la libertad, pienso que vivir es un derecho, no una obligación. Sin embargo he sido obligado a soportar esta penosa situación durante 29 años, cuatro meses y algunos días.

¡Me niego a continuar haciéndolo por más tiempo!

Aquellos de vosotros que os preguntéis: ¿por qué morirme ahora –y de este modo- si es igual de ilegal que hace 29 años?

Entre otras razones, porque hace 29 años la libertad que hoy demando no cabía en la ley. Hoy sí. Y es por tanto vuestra desidia la que me obliga a hacer lo que estoy haciendo.

I

Van a cumplirse cinco años que –en mi demanda judicial- les hice la siguiente pregunta: ¿debe ser castigada la persona que ayude en mi eutanasia?

Según la Constitución española –y sin ser un experto en temas jurídicos- categóricamente NO.

Pero el Tribunal competente –es decir, el Constitucional- se niega a responder. Los políticos –legisladores- responden indirectamente haciendo una chapuza jurídica en la reforma del Código Penal. Y los religiosos dan gracias a Dios porque así sea.

Esto no es autoridad ética o moral. Esto es chulería política, paternalismo intolerante y fanatismo religioso.

II

Yo acudí a la justicia con el fin de que mis actos no tuviesen consecuencias penales para nadie. Llevo esperando cinco. Y como tanta desidia me parece una burla, de decidido poner fin a todo esto de la forma que considero más digna, humana y racional.

Como pueden ver, a mi lado tengo un vaso de agua conteniendo una dosis de cianuro de potasio. Cuando la beba habré renunciado –voluntariamente- a la propiedad más legitima y privada que poseo; es decir, mi cuerpo. También me habré liberado de una humillante esclavitud: la tetraplejia.

A este acto de libertad –con ayuda- le llaman Vd. Cooperación en un suicidio, o suicidio asistido.

Sin embargo yo lo considero ayuda necesaria –y humana- para ser dueño y soberano de lo único que el ser humano puede llamar realmente “mío”, es decir, el cuerpo y lo que con él es –o está- la vida y su conciencia.

III

Pueden Vds. castigar a ese prójimo que me ha amado y fue coherente con ese amor; es decir, amándome como a sí mismo. Claro que para ello tuvo que vencer el terror psicológico a vuestra venganza; ése es todo su delito. Además de aceptar el deber moral de hacer lo que debe, es decir, lo que menos le interesa y más le duele.

Sí, pueden castigar, pero Vds. saben que es una simple venganza… legal pero no legítima. Vda. Saben que es una injusticia, ya que no les cabe la menor duda de que el único responsable de mis actos soy yo, y solamente yo.

Pero, si a pesar de mis razones deciden ejemplarizar con el castigo atemorizador, yo les aconsejo –y ruego- que hagan lo justo: córtenle al cooperador /a los brazos y las piernas porque eso fue lo que de su persona he necesitado. La conciencia fue mía. Por tanto, míos han sido el acto y la intención de los hechos.

IV

Sres. Jueces, negar la propiedad privada de nuestro propio sr es la más grande delas mentiras culturales. Para una cultura que sacraliza la propiedad privada de las cosas –entre ellas la tierra y el agua- es una aberración negar la propiedad más privada de todas, nuestra Patria y Reino personal. Nuestro cuerpo, vida y conciencia. Nuestro Universo.

Sres. Jueces, Autoridades Política y Religiosas:

No es que mi conciencia se halle atrapada en la deformidad de mi cuerpo atrofiado e insensible, sino en la deformidad, atrofia e insensibilidad de vuestras conciencias.

17 de febrero de 1998

Por la mañana estuve en el Parlament de Catalunya. Representantes de todos los partidos me entregaron las firmas de setenta y un diputados (mayoría absoluta) solidarizándose con el suicidio de Ramón Sampedro. Gran abundancia de medios de comunicación. Doy una rueda de prensa. Sale todo como estaba previsto, o sea, bien. En todos los telediarios del mediodía dan amplia noticia del acto. Yo explico, aprovechando el acto, lo del vídeo de la muerte de Sampedro, que lo hemos reenviado a la jueza de Galicia, que es un documento impresionante, que causa indignación que un hombre tan lúcido, civilizado y legalista como RS haya tenido que morir solo, clandestinamente y sufriendo.

Diario de otoño. Páginas 230, 231, 232, 233, 236 y 237

 

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