24 de junio de 1995
En fin, lo dicho, aflojar doce millones por dar de comer y de beber a unos amigos no deja de ser un gesto enérgico. Esa gente sabe que ha de morir y, en el entretanto, contraataca. Tal es el meollo del asunto. Cuando uno sabe que va a morir no tiene por qué andarse con chiquitas. Doce millones para expresar la disconformidad con la muerte. Un gesto brioso y finalmente inútil: igualmente moriremos todos. Detalle significativo: ningún paparazzo en la fiesta. La jet-set catalana se exhibe puertas adentro, no puertas afuera. Cataluña no es Marbella. Aquí la desesperanza es más discreta.
Variaciones 95, Random House, Barcelona, octubre 2002, página 172
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