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1995. FEBRERO

 


24 de febrero de 1995

Suelo estar muy tranquilo cuando he de actuar en público pero la otra noche en Madrid (Antena 3 TV) me quedé un poco desconcertado. Inesperadamente, el ego… Yo tenía que lucirme. A estas alturas de la contienda, todavía esta monserga…

El tema de mi intervención, la eutanasia me concierne especialmente, hondamente, es un tema en el que me siento muy comprometido y que suelo abordar sin pamplinas ni vanidades ¿A santo de qué, el ego? Pues en parte porque en un debate televisivo todo se transmuta en show: ya no se trata tanto de exponer un punto de vista como de jugar a ver quién gana, a ver quién se luce más, con lo cual queda todo falseado.

La sala de invitados era un batiburrillo… Javier Barrero, diputado del PSOE, parece un tipo serio, solvente y desanimado. El cantante Nacho Cano lleva largas melenas, practica diariamente la meditación y se siente atraído por la religiosidad orienta. El opudeista Federico Trillo me saluda con mecánica cortesía. Rosa Aguilar posee un atractivo inteligente y reposado. El jesuita Gafo, que será luego mi contrincante, permanece sentado en un rincón. Pero el debate entre Gafo y yo fue breve, porque Mercedes Milá quiso centrar la sesión en Ramón Sampedro, que comunicaba con nosotros por teléfono. El pobre Gafo se quedó muy frustrado. “Apenas he podido plantear mi punto de vista”, diría más tarde. Una trampa en la que yo no caí. La trampa de la limitación del tiempo, porque conozco el terreno y, en consecuencia, ya en mi primera intervención expuse lo esencial de mi mensaje.

Variaciones 95, Random House, Barcelona, octubre 2002, páginas 87 y 88

 

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