· 

1995. FEBRERO

 

20 de febrero de 1995

   En el trasfondo de todo esto encontramos también el problema de la muerte. Martín Heidegger enseño que hay que asumir la muerte para vivir una existencia auténtica. Ahora bien, cabe considerar la cuestión desde otro ángulo: es el mismo miedo a la muerte el que genera la ilusión  del tiempo. Reprimiendo la muerte (que es el estado donde ya no hay futuro), el ser humano va generando expectativas de futuro, y así refuerza la sensación de tiempo.

    Dicho de otro modo: no es que se tema a la muerte porque se es temporal, sino que se se es temporal porque se teme a la muerte.

    Abolido el miedo a la muerte, anulado el tiempo, cabe “dejarse ir”, abandonarse a la realidad de cada instante, al Tao. He ahí el meollo de lo <<místico>>, tal como yo lo entiendo. Pues no se trata de que el presente, el instante, sea breve y fugaz, sino de que está fuera del tiempo, fuera de <<la mancha y el hedor del tiempo>>, que decía el Maestro Eckhart.

    Atención pues, vuelvo a insistir: nada de <<esforzarse>> por alcanzar el presente. Éstas son formulaciones que vienen ya impregnadas de tiempo. No existe ningún camino para llegar al lugar donde ya se está. Lo que procede es abandonarse al aquí y al ahora sin ningún empeño trascendente: porque estamos ya en lo real sin tiempo.

   Un místico es alguien que sabe esto.

   Un místico -o el nombre que prefiera dársele- es alguien que accede al presente. Nada que ver con teologías, religiones o complicados esoterismos.

Ningún místico aspira a la inmortalidad porque es ya eterno en el presente. (…)

Variaciones 95, Random House, Barcelona, octubre 2002, página 82

Escribir comentario

Comentarios: 0