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1993. Febrero

 

8 de febrero de 1993

    Discusión bastante dura, vía Radio Euskadi, con Gonzalo Herranz, médico, probablemente del Opus, sobre el tema ya fatigoso de la eutanasia. Dicen siempre lo mismo: que si se abre la puerta, por ahí se colarán asesinatos de ancianos y disminuidos físicos/psíquicos. Yo replico que no hay que guiarse por el miedo, que queremos una legislación pluralista con todas las garantías de que no iba a haber abusos- lo que se llama <<pendiente deslizante>>, ellos se opondría igualmente a la eutanasia por razones exclusivamente ideológicas. Porque todos esos católicos integristas siguen siendo premodernos, prekantianos, no creen en la autonomía del sujeto. Para ellos la libertad no es primordial, sino algo supeditado a la ley natural y a la voluntad divina. Tiemblan ante la posibilidad de que el ser humano llegue a ser el dueño de su destino ¿Y por qué tanto temor? Pues -en el caso que nos ocupa- porque si los seres humanos se acostumbran a ser los dueños de su propio destino, la Iglesia pierde poder, pierde el viejo monopolio de las postrimerías, la manipulación del miedo a la muerte.

        Curioso, por cierto, mi cambio de actitud en relación al Opus, de unos años a esta parte. Influyeron, supongo, algunos episodios: la mezquinidad de P.A., esos debates sobre la eutanasia, el fanatismo de algunos, su mediocridad intelectual, su hipocresía maniobrera. Menos mal que estamos en democracia, y uno les puede decir a la cara lo que piensa. A ellos, los del Opus, les resultaba mucho más connatural la teocracia franquista, un régimen de verdades absolutas.

Cuaderno Amarillo, Plaza & Janés, Barcelona, septiembre 2000, páginas 19 y 20.

 

 

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